Introducción:
El Carlismo fue la corriente ideológica contrarrevolucionaria más destacada del siglo XIX español y, por tanto, representaron la oposición más reaccionaria al liberalismo español decimonónico.
El movimiento carlista de ideología tradicionalista y antiliberal recogieron la esencia de movimientos similares anteriores como los malcontents y los apostólicos. Bajo el lema de “Dios, Patria y Fueros” se agruparon los defensores de la legitimidad dinástica de Carlos María Isidro, de la monarquía absoluta, de la preeminencia social de la Iglesia, del mantenimiento del Antiguo Régimen y de la conservación de un sistema foral particularista.
Definición del concepto de Carlismo:
El Carlismo es un movimiento sociopolítico de tendencia antiliberal y antirrevolucionaria que surgió en la España del siglo XIX y que ha perdurado hasta nuestros días. Los carlistas fueron sujetos protagonistas de la historia de la España contemporánea, especialmente en el periodo comprendido entre 1833 y 1876, periodo en el que como resultado de su constante pugna con el liberalismo se desencadenaron dos guerras civiles, conflictos bélicos de menor importancia, pronunciamientos y asonadas.
Los vocablos carlismo y carlista surgieron en los compases finales del reinado de Fernando VII, durante el periodo conocido como la década ominosa (1823-1833), como consecuencia de la vinculación, de un grupo amplio y heterogéneo de contrarrevolucionarios, a la figura de Carlos María Isidro de Borbón (pretendiente al trono español). En los inicios fueron empleadas las palabras carlín y carlino para referirse a los seguidores de Carlos María Isidro de Borbón, no obstante, el término carlista terminaría por desplazarlas casi en su totalidad. El historiador José M. Aczona sostiene que la sustitución de carlino por carlista, así como la generalización de este término se debe a influencia francesa por medio de los excombatientes vendeanos y chuanes que se enrolaron en las filas miguelistas (Guerra civil de Portugal) y más tarde, en las carlistas.
En Francia el vocablo carliste designaba a los seguidores del rey ultra Carlos X que ascendió al trono francés a la muerte de su hermano Luis XVIII en 1824 y fue destronado en 1830.
Como ha quedado patente, los términos carlismo y carlista, derivan del nombre del hermano del monarca Fernando VII, el infante y aspirante al trono Carlos María Isidro.
Para comprender la naturaleza del concepto debemos comprender la cuestión de la sucesión dinástica que enfrentó a los partidarios de Isabel, hija de Fernando VII, y a los de su hermano Carlos. En 1830, el nacimiento de Isabel (hija de Fernando VII) garantizaba la continuidad de la dinastía borbón. La Ley Sálica, de origen francés e implantada por Felipe V en territorio español, vetaba el acceso al trono de España a las mujeres, pero Fernando VII había derogado dicha ley a través de la Pragmática Sanción permitiendo el acceso al trono a su hija y heredera.
Los carlistas se negaron a aceptar la nueva situación y trataron de presionar duramente al monarca para que restableciese la Ley Sálica que beneficiaba a su candidato al trono, el príncipe Carlos María Isidro. En 1833 el monarca Fernando VII murió reafirmando en su testamento a su hija como heredera del trono y nombrando a María Cristina como gobernadora hasta la mayoría de edad de la futura Isabel II. El mismo día, Carlos se proclamó rey iniciando un levantamiento carlista en el norte de España y poco después en Cataluña. Comenzaba así la primera guerra carlista (1833-1840).
Aunque este no fue el motivo principal, ni la única razón de ser del movimiento carlista. En relación con esto, las palabras pronunciadas en el Correo Catalán en el año 1894 por parte del líder carlista Luis María de Llauder son ilustrativas de esto:
“Si el carlismo no fuera otra cosa que la defensa de una familia destronada y la lucha por sus derechos se podría alegar para decir que es una causa que no tiene porvenir el ejemplo de tantas dinastías truncadas violentamente, de tantos tronos no restaurados como registra la historia, pero el carlismo representa la defensa de unos principios y la lucha por una restauración social que son necesarios, indispensables, y por esto acabará la nación por aclamarlos”
Carlos María Isidro se convirtió en un emblema, en la figura que encarnaba los valores y principios por los que luchaban los carlistas. Por lo que los carlistas no lucharon tanto por su candidato al trono sino más bien por la cosmovisión que tenían del mundo y que personificaba Carlos María Isidro. Aunque es cierto que no lucharon en exclusiva por la defensa de una dinastía, también lo es que su movimiento resulta inexplicable sin ella.
Desde el Sexenio Democrático, y con mayor intensidad en la Restauración y más tarde durante la Segunda República, el término tradicionalismo comenzó a emplearse de forma similar al de carlismo. Al final de la centuria del XIX, los centros político-recreativos carlistas eran denominados círculos tradicionalistas. Pese a que buena parte del carlismo es tradicionalista, al menos en el siglo decimonónico ya que otra cosa diferente es la pugna entra carlistas tradicionalistas y socialistas del último cuarto del siglo XX, no todo el partido era tradicionalista.
Jordi Canal establece cuatro características generales que nos permiten aproximarnos a la cosmovisión carlista y al concepto carlismo en el siglo XIX. En primer lugar, más allá del mínimum doctrinal que recoge el trilema carlista Dios, Patria y Rey (la incorporación de los fueros fue más tardía) incorporado en el famoso himno de Oriamendi, la ideología carlista resulta ser inconcreta y por tanto flexible y abierta a la parcial reinterpretación por parte de los sectores adheridos a ella.
El carlismo a lo largo de su historia a aglutinado a posiciones ideológicas extensas, a menudo unidas frente a otras distintas.
En segundo lugar, el carlismo ha sido un movimiento heterogéneamente social, durante el siglo XIX se convirtió en un movimiento contrarrevolucionario de masas. A lo largo de su historia ha aglutinado a contingentes sociales de distinta procedencia (interclasista): campesinos y artesanos, eclesiásticos y estudiantes, comerciantes, juristas y propietarios.
En tercer lugar, la concentración de sus apoyos en una zona geográficamente acotada como era el norte peninsular de España: País Vasco y Navarra, Aragón, Cataluña y Valencia. En cuarto lugar, es el paso de desempeñar un papel protagonista especialmente entre 1830 y 1870 a desarrollar un rol secundario en el escenario político español.
Con la llegada del régimen de la Restauración (1875-1923) y la instauración de un sistema de gobierno estable, el movimiento carlista dejó de ofrecer una alternativa global al sistema. En estas condiciones ingresó en el siglo XX, durante la Segunda República los carlistas se agruparon en el Partido Tradicionalista Carlista y formaron sus propias milicias armadas, los requetés. Los Carlistas apoyaron la insurrección del general Franco, quien les obligaría a fusionarse con la Falange. Posteriormente, el Carlismo se dividió entre una mayoría socialdemócrata liderada por Carlos Hugo de Borbón, y una facción de ultraderecha encabezada por Sixto de Borbón (hermano de Carlos Hugo). Tras varios fracasos electorales, Carlos Hugo renunció a la reivindicación dinástica y abandonó la política. Finalmente, cabe destacar que a pesar de la progresiva marginalización que experimenta a partir de 1939, el Carlismo todavía subsiste en la actualidad.
Bibliografía:
Jordi Canal. Carlismo. En Diccionario Político y Social del Siglo XIX español.
3 respuestas a «EL Carlismo.»