El legado histórico de Augusto: primer emperador romano

César Augusto (64 a.C.-14 d.C.) fue el primer emperador del Imperio romano, aunque bien es cierto, que no fue el creador del mismo. Realmente, este cambio político sucedió como consecuencia de la expansión económica y militar llevada a cabo por distintos imperatores (romanos con mando militar) durante la República romana; y por lo tanto, lo que Augusto hizo a partir del 27 a.C., fue inaugurar un nuevo régimen político que, aún exento de una base legal, supuso una transformación en el equilibrio de las fuerzas políticas del estado (Figura 1).

Figura 1. Augusto de Prima Porta. Estatua de César Augusto ubicada en el Museo Chiaramonti de la Ciudad del Vaticano. Recuperada de:

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/augusto-gran-constructor-roma_7113

El testamento de su tío abuelo Julio César, líder político y militar romano asesinado en el año 44 a. C., designó a Octavio como su hijo adoptivo y lo dotó de su mismo nombre: Cayo Julio César. Con ese capital político el joven César ascendió en el poder sobre sus rivales directos (Sexto Pompeyo y Marco Antonio), para finalmente, quedar como único gobernante de Roma. Augusto siempre fue un gran estratega que hizo una muy buena propaganda durante su estancia en la cumbre, e incluso tras su muerte; es decir, supo aprovechar el contexto histórico de la época y sus habilidades para desarrollar una monarquía republicana. 

Quizás al lector o lectora, si aplica la mentalidad actual, le resulte chocante el término “monarquía republicana”, ya que parece ser algo incompatible, ¿verdad? Lo cierto es que la forma más rápida y sencilla de entender dicho concepto es de la siguiente forma: sistema de gobierno en el que el poder es ejercido por una única persona (Augusto en este caso), la cual asume todos los poderes existentes del Senado romano (potestad tribunicia, el consulado, la aclamación imperatoria, la condición de Pater patriae y el pontificado máximo). Ninguna de estas fórmulas de poder era nueva; sin embargo, el hecho de que un solo individuo las ejerciera constituía la diferencia. La inteligencia política de Augusto se podría justificar, entendiéndose como que, encontró la manera de explotar esta práctica política y organizativa.

A partir de ahora, hemos tratado de sintetizar la administración imperial que llevó a cabo Augusto, la propaganda política que desarrolló y el legado histórico que dejó. Un repaso por las fuentes históricas (literarias, epigráficas y numismáticas) nos ha permitido aproximarnos a su figura y a la influencia que ésta supuso para el resto de emperadores venideros. 

Tanto en Roma, como en el resto de ciudades imperiales, se originó un programa destinado a vender la imagen del Príncipe y que establecería, con pequeñas modificaciones a posteriori, la titulatura imperial que definiría sus poderes. Las fuentes epigráficas (mensajes inscritos en soportes duros) nos confieren algunos ejemplos de dedicaciones al monarca, mientras que las fuentes numismáticas (monedas), solían llevar en el anverso el rostro de Augusto y en el reverso los mensajes que quería hacer llegar al pueblo (Figuras 2 y 3).

Figuras 2 y 3. En la imagen superior, tenemos una inscripción en nombre del emperador Augusto (numini august[orum]) a la cual, muy probablemente, acompañaría una figura del Príncipe. En la imagen inferior, un cuaternión de oro con dos motivos referenciados (Augusto representado en el anverso y Aegypto capta con un hipopótamo en el reverso, mensaje directo que nos habla de la conquista del territorio y que emplea un animal característico de la zona).

Figura 2 recuperada de los apuntes de la clase del Máster MEPAM; figura 3 recuperada de:

https://es.wikipedia.org/wiki/Cuaterni%C3%B3n_de_Augusto

A partir de Augusto, la titulatura imperial quedó como algo vitalicio; en cambio, muchos emperadores tardaron en aceptar el título de Pater Patriae, en un ejercicio de modestia respecto a las grandes familias senatoriales. Cabe hacer un inciso y recordar que, Augusto consiguió ganarle el pulso al senado, y a su vez, ser capaz de solventar todos los problemas políticos y económicos de la República, una inestabilidad que solo se encargaría de gestionar si se le concedía plena libertad de decisión y poderes. Aunque sin entrar en detalles, queremos señalar que a partir del mismo, los distintos emperadores que le fueron sucediendo, irían desempeñando en varias ocasiones la magistratura más elevada de todas: el consulado. La reiteración en la ocupación del cargo por parte de los emperadores dependió directamente de las circunstancias políticas del momento y de la imagen que se tuviera el príncipe de turno. 

Por otro lado, la imagen de los príncipes estaba presente en todos los lugares públicos de las colonias y municipios, algo propio y también heredado de la administración de las provincias que Augusto llevó a cabo. A partir del mismo, el emperador y su familia pasaron a formar parte de la cúspide en la pirámide social que G. Alfoldy diseñó en su obra Nueva historia social de Roma. Dentro de la sociedad romana los individuos tenían cierta movilidad entre los estratos inferiores y superiores, existiendo casos de libertos muy ricos que ocuparon cargos en el orden ecuestre o senatorial; pero, pese a todo, esto no era lo habitual, y la familia imperial durante el Principado se colocó en el escalafón más alto. 

No obstante, habían más formas de representar el poder de los príncipes en las ciudades. Algunas tan directas como bautizar con el nombre del emperador algunas colonias y municipios romanos, algunos ejemplos serían: Colonia Iulia Ilici Augusta, Augusta Emerita Caesaraugusta. U otras, como las “aulas dinásticas” en el foro de las ciudades, espacios destinados a la representación de príncipes y sus familiares cercanos, vivos y muertos, en un ejemplo de fidelidad imperial (Figura 4).

Figura 4. Imagen de la recreación del Foro de Narona (Vid, Croacia). Recuperada de los apuntes del máster MEPAM.

Sin embargo, la figura de Augusto trajo consigo un legado incuestionable. Su férrea administración ocasionó una pax augusta (periodo poco belicoso y de estabilidad económica tanto en el centro como en las periferias), la cual iría acompañada de políticas sociales que permitían al monarca ganarse el favor del pueblo. Una serie de gestos generosos que se encargó de recoger en la Res gestae. Veamos un ejemplo contado por Suetonio:

“Legó cuarenta millones de sestercios al pueblo romano, tres millones quinientos mil a las tribus, mil sestercios por cabeza a los soldados pretorianos, quinientos a los soldados de las cohortes urbanas y trescientos a los legionarios; y ordenó que se hiciera efectiva enseguida esta suma…” (Sue. 101, 1-3).

Podemos ver cómo ejecutó importantes donaciones al pueblo y al ejército romano. Es un fragmento que el historiador nos plasma a través de la Res gestae Divi Augusti, documento narrado en primera persona por el monarca, y en donde nos cuenta su vida y sus principales obras que, junto a la Eneida de Virgilio (obra que Augusto también le ordenó redactar), fueron determinantes para ensalzar, divinizar y vender su figura como líder político, y prácticamente como Dios. 

En conclusión, hemos pretendido que los lectores entiendan al personaje histórico de Augusto no con aires de grandeza y protagonismo, sino como la cabeza visible en el tránsito de un periodo histórico a otro: el proceso histórico enmarcado entre el final de la época tardorrepublicana y el inicio del Principado durante los siglos I a.C. y I d.C. En resumidas cuentas, hemos hecho un breve repaso historiográfico por las fuentes, por el poder de sus imágenes y por la política propagandística que ejecutó. Todo esto, con la finalidad de entender un poco mejor su figura y poder comprender el contexto histórico del momento. A modo de reflexión final, ¿no creéis que los distintos líderes políticos de la historia han cogido multitud de influencias de César Augusto a la hora de hacer propaganda? Expresiones tan sobreentendidas de nuestro imaginario popular como: hacer política, llevan realizándose desde tiempo inmemoriales. 

Bibliografía

-Apuntes de elaboración propia hechos en las clases del máster

-Noreña, C.F., “The communication of the Emperor’s Virtues”, JRS 91, 2001, 146-168

-Zanker, P., Augusto y el poder de las imágenes. Madrid 1992. 

Pablo García Canto

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *