Los Tercios españoles: El paso de la guerra de caballería a la infantería moderna

¿Qué fueron los tercios españoles?

Los tercios españoles fueron las grandes unidades de infantería, en su mayoría españolas, de los ejércitos de la monarquía hispánica. A pesar de lo que se pueda pensar, estos solo eran una pequeña parte de todos los ejércitos que tenían a su disposición los Austrias

A pesar de que su creación oficial fue en 1534, estos tienen un precedente muy anterior, de tiempos de los Reyes Católicos, y podríamos decir que Gonzalo Fernández de Córdoba fue su gran ideólogo. Durante la Baja Edad Media, los ejércitos reales estaban compuestos por una amalgama de tropas procedentes de muy distintos lugares, tanto del rey, como de la nobleza o el clero e incluso de las milicias concejiles. En estas milicias se había generalizado el uso de piqueros, que junto a ballesteros y tropas de infantería ligera, armadas con espada y rodela, formaban la gran mayoría de la infantería española. En 1495, los Reyes Católicos dictaron una ordenanza que ponía a su servicio todas las tropas militares, indistintamente de su procedencia, quedando en manos de los monarcas la capacidad de nombrar capitanes. Este hecho que se consolidó con las ordenanzas de 1503 marca el inició hacía un ejército permanente.

Como hemos dicho, gran parte de la culpa de que se desarrollaran los tercios la tiene Gonzalo Fernández de Córdoba, apodado comúnmente como el Gran Capitán. Este general al mando de las tropas españolas durante las guerras en Italia sufre un revés en la Batalla de Seminara de 1495. La derrota se consolida en gran parte por una combinación entre piqueros suizos y la caballería pesada francesa, que hacen inútiles los ataques de la caballería y la infantería ligeras españolas. Esta derrota, hizo plantearse al Gran Capitán una estrategia para cambiar la forma de combatir de los ejércitos españoles y modificar lo que se conoce como el “arte de la guerra”. Para ello, en 1503, creó la división de sus tropas en coronelías, formadas por 12 compañías de 500 hombres, lo que daba un total de 6.000, al mando de un coronel. En estas nuevas formaciones, el Gran Capitán le da una preponderancia a la infantería sobre la caballería, lo que no era usual y sobre todo a la combinación entre armas de fuego y picas. Un ejemplo claro de esta nueva estrategia es la batalla de Ceriñola, donde los arcabuces españoles destrozan a la caballería francesa, marcando un antes y un después en la forma de hacer la guerra, consolidando la decadencia de los jinetes y el auge de la infantería y la progresiva desaparición de las armaduras pesadas, inútiles contra las armas de fuego.

A pesar de que el Gran Capitán fue el precursor de los llamados tercios, su creación se desarrolla por Carlos V, entre octubre de 1534 y la Ordenanza de Génova de 1536. En este período, el emperador divide a la infantería española en Italia en tres tercias partes, la de Milán, la del reino de Nápoles y la del reino de Sicilia, creándose los tercios de estos lugares al mando de un maestre de campo, quién tenía autoridad sobre los capitanes de las compañías del tercio y además dirigía a su propia compañía.

Los tercios estarán formados por unidades de voluntarios permanentes que se preparan para la guerra tanto en tiempos de paz como en los de guerra y que serán pagados con un sueldo. Este sueldo se estipula en las ordenanzas de Génova, donde además, se menciona a los tres primeros tercios ya comentados, y a un cuarto, el tercio de Cerdeña. Estos cuatro, conseguirán el apodo de “tercios viejos” por ser los primeros en crearse.  Además, se establecía que el mando de las compañías de los tercios quedaba exclusivamente reservado a los españoles, lo que luego se extendería a la tropa de infantería. Es interesante comentar cómo estos tercios son comparados con la infantería de las legiones romanas, ya que, al igual que estas, los tercios estaban formados prácticamente por infantería y se constituían en ejércitos permanentes. Otro punto a comentar es el hecho de que los tercios estaban formados en su mayoría por gente del pueblo llano, debido a que no pedían ningún requisito para su entrada. Esta gente veía en los tercios la capacidad de prosperar y ascender en la jerarquía militar sin necesidad de pertenecer a ninguna casa nobiliaria.

Por otro lado, desde su creación, esta estructura no se mantiene fija, sino que va sufriendo evoluciones con el paso del tiempo. Cabe decir, que durante el siglo XVI, los Tercios en su conjunto siempre oscilan entre 5.000 y 10.000 efectivos. En 1560, el monarca católico Felipe II, estableció que los tercios estarían compuestos por tres mil hombres repartidos en diez compañías, de los cuáles dos de estas estaban formadas por arcabuceros y el resto por piqueros. Aun así, estos números casi nunca se corresponden con la realidad, y el número de soldados por tercio varía entre 1.500 y 3.000. Esto se puede ver claramente en el hecho de que en 1567, el Tercio de Lombardía cuenta con 2.204 soldados divididos en 10 compañías, el Tercio de Sicilia tiene las mismas compañías pero solamente 1.641 soldados, el Tercio de Cerdeña también con 10 compañías cuenta con 1.756 soldados y el Tercio de Nápoles que era el que más efectivos tenía contaba con 19 compañías y un total de 3.194 efectivos.

Más tarde, en 1603, una nueva ordenanza dictó que cada tercio tuviera entre 15 y 20 compañías con una cantidad de entre 2.000 y 3.000 infantes, donde 3 de estas compañías tuvieran que estar compuestas por arcabuceros.  En 1632, durante el contexto de la guerra de los treinta años, se establecieron 12 compañías por tercio si este actuaba en España, y 15 si actuaba en el exterior, pero con el mismo número de hombres que quedaba fijado en 3.000. Por último, y antes de su disolución definitiva, en otra orden de 1698, se establecieron otra vez un total de 12 compañías por tercio con un total de 444 hombres cada una.

En cuanto al número de efectivos por compañía y a su función, se estima que entre 1567 y 1636, las compañías de picas que lucharon en la guerra de los ochenta años tendrían a su cargo a 11 oficiales, 219 piqueros y 20 mosqueteros. Por otro lado, las compañías de arcabuces tendrían 11 oficiales, 224 arcabuceros y 15 mosqueteros. Más tarde, en 1636, la proporción de mosqueteros habría aumentado considerablemente sobre el de piqueros estableciéndose en las compañías de piqueros, 127 mosqueteros por solo 69 piqueros, y las de arcabuces 160 arcabuceros y 30 mosqueteros.

Por último, vamos a comentar qué cargos se encontraban dentro de los tercios.  Primeramente, el primero en la jerarquía era el Maestre de Campo. Estos personajes fueron los encargados de liderar al tercio en el campo de batalla, además de estar al frente de su propia compañía. Normalmente, estos eran elegidos por haber sido capitanes con mucha fama y experiencia, aunque normalmente para llegar a dirigir un tercio se tenía que haber dirigido a alguna unidad extranjera. Algunos nombres importantes que fueron maestres de campo son Sancho de Londoño, Sancho Dávila o Lope de Figueroa.

En segundo lugar, nos encontramos al Sargento Mayor, quién era el ayudante del Maestre de Campo. A pesar de no contar con una compañía propia, era el encargado de impartir órdenes a los capitanes, de elegir la formación que se debía seguir o de elegir dónde se colocaría cada compañía. Por debajo de este estaba el capitán, quien era una persona designada por el monarca para liderar una compañía. Este hombre elegía qué tipo de compañía iba a ser la suya (piqueros o arcabuceros) y como se iban a distribuir las armas dentro de la misma. Además, este era un modelo para sus soldados, los cuales al luchar se fijaban en él.

Por debajo de los grandes oficiales encontramos primeramente al alférez, quién era el encargado de portar la bandera de la compañía en combate. Se erigía como un cargo fundamental, pues si la bandera caía al suelo, significaba una derrota moral para sus soldados. En momentos de ausencia del capitán era quién asumía el liderazgo de la compañía.   Más abajo y en los puestos de cargo más cercanos a los soldados encontramos a los sargentos, quienes se encargaban de que todo estuviera en orden, tanto la formación de los soldados, como el armamento, protecciones y demás temas logísticos

Cabe destacar también que al estar hablando de un ejército cristiano, existía la figura del capellán, un eclesiástico encargado de dar fe a los soldados, celebrar misas y dar la extremaunción a los soldados que iban a morir. Mientras que para que las órdenes se pudieran cumplir propiamente y los soldados se encontraran motivados, se contaba con tambores que mediante música transmitían las órdenes dictadas por el capitán.

¿En qué se diferenciaron de otras formaciones militares?

Los tercios españoles, fueron probablemente la mejor infantería europea en táctica, adiestramiento e influencia. Su desempeño en todo el continente europeo y sobre todo en Flandes fue digno de mención desde el punto de vista de la Historia Militar; lo que hace que en batallas con una aplastante inferioridad numérica como  Dalen (3.000 mercenarios pagados por los holandeses contra 600 españoles) o Jemmingen (12.000 rebeldes contra 3.500 españoles), estos vencieran con un balance ridículo de bajas en comparación con las de sus rivales.

El hecho de que los españoles fueran una infantería casi imparable se debe precisamente a que se ajustan a los nuevos estandartes de guerra y a los nuevos cambios tanto técnicos como tácticos. Primeramente, se trata de un ejército de voluntarios que acaba por consolidarse de forma permanente de la misma forma que las legiones romanas, lo que seguiría los preceptos descritos por Maquiavelo en “Del arte de la guerra”, y que rompería totalmente con las formas de guerra medievales.  Mientras la mayoría de los ejércitos seguía dándole importancia a la caballería, y se buscaban nuevos métodos para introducirla a los nuevos cánones de combate, el sistema español estaba desarrollado de forma precisa, siguiendo los patrones que establecen que los piqueros tenían que enfrentarse a la caballería, mientras que los arcabuceros y mosqueteros tenían que pugnar con los piqueros enemigos

Teniendo esto en cuenta, los ejércitos españoles desarrollaron una forma de guerra que combinaba las armas blancas con las armas de fuego, lo que le permitía adaptarse a muchas situaciones y defenderse de casi cualquier ataque enemigo. Los piqueros fueron en inicio el corazón de los tercios, agrupándose en escuadrones, flanqueados por grupos de arcabuceros que se conocen como mangas.

Podemos pensar que este modelo ya había sido desarrollado por los suizos a finales del siglo XV y principios del XVI, y es en parte cierto, pero los tercios desarrollaron un factor esencial, a diferencia de los suizos tenían la capacidad de desfragmentarse, segregándose en unidades pequeñas perfectas para el combate individual. Otro punto a favor para estas unidades mixtas es la capacidad que tienen para moverse como bloque cuando están en formación y relevarse entre una compañía y otra, de una forma precisa y segura. Esta volubilidad, les da al igual que lo hacían las legiones romanas, la capacidad de cambiar su forma de batallar según las circunstancias de esta. Además, el hecho de que tanto las compañías de arcabuceros como las de picas estuvieran apoyados por mosqueteros, mucho más lentos pero con más potencia y alcance que el arcabuz, les permitía conjugar una perfecta sintonía entre todas sus unidades.

Los tercios españoles
El ejército de Flandes en formación durante la Batalla de Nieuwpoort (1600)

Por otro lado, las nuevas tácticas de batalla que se desarrollaron hasta mediados del siglo XVII fueron fácilmente contrarrestadas por los tercios. Por ejemplo, la táctica de la caracola utilizada por la mayor parte de la caballería de los ejércitos, que consistía en lanzarse contra el enemigo disparar las dos pistolas y volver al final de la formación para recargar y repetir el proceso, era una táctica muy efectiva contra los piqueros en sí mismos, pero los tercios apoyados por mosquetes y arcabuces, con mucho más alcance que las pistolas de los caballos, hacían inútiles no solamente esta táctica de combate si no a la propia caballería.  

Otro punto a favor de esta infantería de la monarquía hispánica y que dista mucho de las infanterías de otros lugares, es que pese a que la mayoría de las tropas de los ejércitos estaban formadas por mercenarios a sueldo, que cambiaban de bando según el beneficio económico, los tercios a pesar de que también cobraban por sus servicios contaban con una enorme lealtad al rey.  Para los tercios la lealtad al rey estaba por encima de cualquier otra atribución, lo que les hacía sacrificar su vida a pesar de estar a veces incluso años sin cobrar.

¿En qué enfrentamientos destacaron los Tercios españoles?

Los tercios son conocidos por su papel en Flandes, que fue quizás el enfrentamiento más longevo en el que participaron, pero su lucha se extiende mucho más allá y por numerosas fronteras.

Podríamos decir que tras la creación de los tercios, sus primeras batallas se realizaron en territorio italiano.  Los tercios de Lombardía, Nápoles, Sicilia y Cerdeña contarían tras su creación y su despliegue en Italia con unos 10.000 soldados.  Aunque los tercios ya participaron en las conquistas de La Goleta y Túnez (1535) como fuerza de combate, destacaron principalmente en las numerosas guerras italianas que enfrentan a Carlos I con Francisco I de Francia, aunque también se mantendrá un combate activo con los otomanos. Prueba de ello es la derrota contra el Imperio Turco en la Batalla de Preveza, que buscaba frenar el expansionismo otomano y recuperar la plaza de Túnez conquistada por los turcos.

Esta derrota fue un fracaso estrepitoso debido a las grandes pérdidas españolas en contraposición a un ejército enemigo mucho menor.  Aun así, y a pesar de que cosecharon grandes éxitos en el mar como pasará tiempo después en Lepanto (1571), los tercios se caracterizan por ser tropas de infantería terrestre, lo que viene a demostrarse con el impresionante Sitio de Castelnuovo. Durante este sitio, los enemigos turcos al mando de Barbarroja con gran cantidad de barcos y una superioridad numérica muy clara (50.000 soldados otomanos y solo 4.000 soldados de los tercios con ningún barco), vencen pírricamente a los españoles, pero obtienen más de 20.000 bajas.

Por otro lado, y volviendo a las guerras italianas contra los franceses, los tercios consiguen una gran victoria entre el 21 y el 25 de octubre de 1541 en la Batalla de Serravalle, sellando su dominio sobre el Milanesado. Un año más tarde se produce el sitio de la ciudad de Perpiñán por las tropas francesas, donde los tercios españoles resistieron, hasta la llegada del Duque de Alba quién los hizo huir. En 1543 se pone de manifiesto el pacto entre los otomanos y los franceses y un ejército de coalición española con Saboya y la República de Génova, consiguen frenar el asedio de Niza por las tropas de la “Sublime Puerta” y Francisco I.

A pesar de esto, los tercios también sufren alguna derrota, lo que no hace cierto su fama de imbatibles, a pesar de ser la infantería más avanzada de su tiempo y espacio.  Dentro de las batallas, existen numerosos factores que tener en cuenta además de la calidad de las fuerzas contendientes, lo que hace que se produzcan derrotas como la Batalla de Cerisoles del 1 de Abril de 1544 contra los franceses o la acontecida 10 años después en Renty, el 12 de agosto de 1554, contra los mismos enemigos, que puso en fuga incluso al emperador Carlos V. Eso sí, unos días antes se había producido una victoria española en la batalla de Marciano del 2 de agosto de 1554.  Sumado a las anteriores, los tercios tuvieron realmente mucha importancia tanto en la Batalla de San Quintín (1557), como en la de Gravelinas (1558), consiguiendo destruir casi totalmente el ejército enemigo, confiriendole enormes bajas y propiciando la firma de una paz entre Francia y España con ventajas para esta última.

Asedio de la ciudad de San Quintín (1557), que se encuentra en la Sala de Batallas del Monasterio del Escorial.

Tras la muerte de Carlos I y su sustitución por Felipe II en el trono se sigue viviendo una época de esplendor con generales de la talla del Duque de Alba, Don Juan de Austria o Alejandro Farnesio.  Como podemos ver en esta nueva época monarquíca, los tercios se centrarán en la lucha durante la guerra de los Ochenta Años contra los rebeldes holandeses.  Aquí se realizaron proezas tales como la batalla de Jemmingen (1568), donde las fuerzas inferiores lideradas por el Duque de Alba consiguen causar 6.000 bajas al enemigo por solo unas 7 bajas propias. Por otro lado, los tercios también participaron en Lepanto, junto a sus arcabuces y picas, consiguiendo una victoria clave para el devenir de las relaciones marítimas en el Mediterráneo de las décadas siguientes.

En la guerra por el dominio de Portugal por parte de Felipe II, las tropas españolas de los tercios también conseguirán una relevante victoria en la Batalla de Alcántara (1580), lo que concluye con la anexión a la monarquía hispánica del país luso. En cuanto a Flandes, en esta segunda etapa de finales del siglo XVI y principios del XVII, podemos destacar el asedio de Amberes de entre 1584 y 1585 por Alejandro de Farnesio, el cual fue un éxito en parte a la gran infraestructura de ingeniería que desarrollan para construir un puente de paso. Por otro lado, no podemos dejarnos las victorias de Ambrosio de Spínola, como la toma de Ostende (1604) o el sitio de Breda (1625). En cuanto a la Guerra de los treinta años, los tercios vivirán sus últimos momentos de esplendor, con batallas de la talla de Rocroi (1643), donde a pesar de la derrota demostraron una vez más su valía.

Rendición de Breda. Obra de Diego Velázquez que representa el momento en el que Justino de Nassau rinde la ciudad de Breda y entrega las llaves de la ciudad a Ambrosio Spínola en 1625.

¿Desaparecieron los Tercios españoles o perduran hoy en día?

En la Batalla de Rocroi (1643), los tercios sufrieron su derrota más sonada, que demostraría que estos estaban desfasados en cuanto a la nueva forma de hacer la guerra de mediados del siglo XVII. A pesar de esto, estas fuerzas siguieron combatiendo hasta su disolución en 1704 por el monarca borbón Felipe V. Las formas de guerra estaban cambiando, y los españoles hegemónicos hasta ese momento en materia militar habían perdido el dominio que habían mantenido durante más de 150 años, y se encontraban en plena transformación y adaptación a los nuevos cánones de guerra.  A finales del siglo XVII las armas de fuego se vuelven mucho más poderosas, precisas, y ligeras, lo que se suma al hecho de que se acoplaron bayonetas a los mosquetes y arcabuces, haciendo que las picas no tuvieran razón de ser en los ejércitos y que estos se fueran estandarizando con los mosquetes como arma única en las batallas.

La llegada al poder de Felipe V supuso el punto final de estas estructuras militares que habían barrido Europa desde el siglo XVI. Entre 1701 y 1702 el rey de origen francés estableció que cada tercio formaría uno o más batallones de 13 compañías con 37 arcabuceros y 10 piqueros cada una. Dos años más tarde, en 1704, Felipe V decretó que los tercios se transformarían en regimientos siguiendo el modelo francés, con lo que su desaparición sería definitiva.

Eso sí, aunque Felipe V disolvió los tercios, hay unidades de hoy en día que conservan e incluso están influenciadas por los tercios españoles, tanto en tierra como en el mar.  En la Legión española, existe hoy en día el Tercio Juan de Austria, el Tercio Alejandro Farnesio, el Tercio Gran Capitán o el Tercio Duque de Alba. Como podemos ver, estos nombres no son arbitrarios, sino que hacen referencia a grandes personajes relacionados con los tercios y que han sido o impulsores o partícipes de los mismos. Por otro lado, la Infantería de Marina española se sigue organizando en tercios, influenciados por los Tercios Viejos de Armada o Tercios del Mar de Nápoles. Este hecho convierte a la infantería marina española en la más antigua del mundo. Junto a estos, existen otros tres tercios de guarnición también formados por infantería de Marina, el Tercio del Sur, el Tercio del Norte y el Tercio de Levante, los cuáles al igual que los anteriores siguen portando la cruz de borgoña o la de San Andrés.

Bibliografía: 

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  • Martínez Laínez F., Sánchez de Toca J.M. (2006). Tercios de España.  España: EDAF.
  • Quatrefages R. (2015). Los Tercios. España: Ministerio de Defensa. 

Héctor Soler Bonet

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