La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue una guerra cruenta y nunca antes vista por las potencias beligerantes y sus ciudadanos. Ahora todos sabemos de la crudeza de esa guerra y de lo larga e insoportable que fue para los participantes, pero en el momento del estallido esta idea no le rondaba por la cabeza a casi ningún contendiente, lo que explica la reacción popular que tuvo lugar en todas las potencias tras el estallido del conflicto.

El estallido de la guerra fue acogido con entusiasmo en las grandes ciudades de las potencias participantes. Cierto es que esta no era la opinión total de los ciudadanos de los países beligerantes, pues había parte de la población que no apoyaba el conflicto. Un ejemplo de ello lo protagonizaron los campesinos franceses que acataron la orden de movilización con cierta resignación, pues tenían que dejar en manos de sus mujeres e hijos el cuidado de las tierras. Aunque hubo casos como este, la tendencia general fue la de acatar las órdenes y respaldar a los gobiernos. El principal factor que explica este fenómeno es el de que la guerra en época contemporánea, pasa a ser una cuestión nacional, donde el pueblo se ve en la obligación de defender a su nación frente a las potencias extranjeras. La gran ola nacionalista que impregnaba Europa se debía, principalmente, a que durante el siglo anterior los programas educativos habían estado centrados en la formación de ciudadanos obedientes con una fuerte conciencia nacional, donde la nación adquirió casi un significado religioso. El servicio militar obligatorio, vigente en todos los países excepto en Gran Bretaña, que lo instauró en 1916 por necesidad, fue otro de los instrumentos que intervino en la formación del individuo nacionalista, a la par que imbuía a la sociedad en un ambiente militarista. La Teoría Darwinista, muy vigente por aquel entonces, tomo un papel activo en la idea de que las naciones debían competir por la supervivencia y el progreso. En este proceso, la guerra jugaba un papel fundamental pues, representaba una prueba de “hombría” que la urbe ya no podía proporcionar y que era necesaria para la supervivencia de la nación. Ante este clima belicoso y nacionalista, los pacifistas liberales eran considerados como un síntoma de decadencia, aunque en las democracias liberales, siguieron ejerciendo cierta influencia.
Con este caldo de cultivo el anuncio de la guerra fue celebrado por muchos intelectuales y por miembros de la antigua clase dirigente, especialmente la aristocracia, que vio con entusiasmo como debía asumir de nuevo su tradicional función de liderazgo. Artistas, músicos, pintores, escritores, académicos… se volcaron en el esfuerzo bélico y compitieron por ver quien ofrecía los mejores servicios a su gobierno, ya que para muchos de estos artistas, sobre todo vanguardistas, la guerra era un aspecto de liberación del caduco y agotado régimen.
Para los obreros, la guerra simbolizaba un respiro a su tediosa y dura vida cotidiana, incluso podría ser una emocionante aventura que los distrajese de sus largas jornadas laborales y sus precarias condiciones de vida, además de una oportunidad de servir con honor a su país.

Mientras que en las democracias occidentales, la propaganda y el entusiasmo generalizado barrió por completo la opinión de los menos convencidos; en las sociedades menos alfabetizadas y desarrolladas del este, la lealtad feudal tradicional, apoyada con severidad por las sanciones religiosas, resultó ser igualmente efectiva para movilizar a las masas.
Todos los gobiernos tenían una justificación para el conflicto. Los austríacos luchaban por mantener su imperio multicultural, contra la desintegración provocada por los rusos. Los rusos entraban en el conflicto para proteger a sus parientes eslavos de Serbia, y para mantener el honor nacional. Los franceses luchaban por la agresión de sus enemigos. Los británicos entraron en la contienda para preservar la ley de las naciones, salvar a sus aliados y luchar contra la amenaza que apareció en el continente. Y los alemanes luchaban en nombre de su único aliado y contra la amenaza eslava proveniente del este, que se había unido a las democracias occidentales para socavar su legítima emergencia como potencia mundial. Aunque estos fueron los principales argumentos utilizados por los gobiernos para justificar su entrada en la guerra y animar a sus compatriotas, hay que decir, que estos últimos no necesitaban de la insistencia de sus gobiernos para ir la guerra, ya que, el simple espíritu patriótico los movilizaba.

En resumen, esta fue la dinámica generalizada en los países contendientes, durante el estallido de la Primera Guerra Mundial. Este entusiasmo pronto desaparecería, al descubrirse los horrores de la guerra moderna y que el conflicto iba a ser para largo, con todos los males que eso entrañaba. Al finalizar el conflicto, los contendientes quedaron tan traumatizados que casi todas las guerras posteriores fueron recibidas con rechazo por la opinión pública, a excepción de algún caso aislado. Como por ejemplo el caso alemán tras estallido de la Segunda Guerra Mundial.
BIBLIOGRAFÍA
-HOWARD, Michael; FURIÓ, Silvia, (2008). La primera guerra mundial. Barcelona: Crítica.
IMÁGENES
Figura 1:
https://es.wikipedia.org/wiki/Esp%C3%ADritu_de_1914#/media/Archivo:IR_L%C3%BCbeck_033_-_EB.jpg
Figura 2:
http://www.lossintomasdelsindrome.com/2014/02/el-espiritu-de-1914.html
Figura 3:
Aníbal Giménez García
Una respuesta a «Reacción popular al estallido de la Primera Guerra Mundial»